Afganistán no tiene salida al mar, y su territorio es mayoritariamente montañoso. Los
especialistas argumentan que estos aspectos son fundamentales para entender por qué ha
resultado imposible para las potencias moldear ese país a su conveniencia.
La raíz de la presencia militar de Estados Unidos en
Afganistán radica en los atentados terroristas
a las Torres Gemelas de Nueva York en 2001.
La ex precandidata presidencial de Estados
Unidos, Tulsi Gabbard, [1] expresó que el ejército y las fuerzas especiales de
Estados Unidos destruyeron "rapida y efectivamente" a los miembros de Al-Qaeda
- autor de los atentados- en Afganistán. En su opinión, Estados Unidos debió retirarse
tan pronto como eso ocurrió, lo que pudo evitar la pérdida de vidas de soldados y
civiles afganos, así como el desperdicio de inmensas sumas de dinero proveniente de los
contribuyentes.
Mapa de Afganistán.
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Fuente de la imagen: Google Maps 2021.
Para Noam Chomsky, [2] el desastre humanitario observado
en la retirada de Afganistán era previsible desde el principio de la invasión.
Desde su perspectiva, dos factores inmediatos explican la presencia
generalizada del Talibán en el territorio: Primero, el gobierno nacional,
formado por Estados Unidos operó con total corrupción y nunca fue
realmente reconocido por la población.
En segundo lugar, el ejército nacional,
operó fundamentalmente en el papel, pero no en el territorio.
Chomsky considera que la cooperación entre China y Estados Unidos
hacia el futuro es fundamental para dar viabilidad a la civilización humana, y
que Afganistán es un escenario ideal para ese propósito. Además opina que
al combatir y perseguir a los grupos terroristas,
Estados Unidos genera el
efecto contrario, fortaleciéndolos e incentivando su expansión;
de modo que la mejor manera de combatir a los grupos terroristas que se albergan
en Afganistán, es apoyando a la población que cuenta con una formación
profesional y una visión capaz de construir una Nación desde dentro de
Afganistán. Esa gente no es la que tuvo la oportunidad de salir del país y que en
definitiva puede apoyar a visibilizar las problemáticas sociales de Afganistán,
pero que desafortunadamente puede hacer poco para detonar cambios
desde el interior. La gente a la que se refiere Chomsky, es la que ha quedado
atrapada en los intentos deseperados por salir del país, decenas de miles
de personas preparadas profesionalmente, formadas artísticamente o
con oficios y capacidades técnicas.
Lamentablemente, la lucha por un cambio desde dentro se torna cada vez
más difícil. En realidad los flujos de gente huyendo del país no han cesado
desde la retirada de Estados Unidos, a tal grado que Turquía ha reforzado
la vigilancia militar en su frontera. [3] Aún peor, el Talibán controla cada vez
más territorio y ha comenzado a implementar las medidas de opresión previas
a su repliegue hace 20 años, particularmente en lo que respecta al plano
educativo, en el que ha quedado establecido que sólo los varones
tienen permitido asistir a las escuelas de grado secundario. [4]
En este sentido es notable la participación de jóvenes estudiantes
en manifestaciones pacíficas para pedir que se permita el retorno
de las estudiantes a la escuela, así como el retorno de las mujeres a
sus puestos de trabajo. [5]
El papel de México.
México ha logrado extraer a decenas de personas
desde inicio de la evacuación,
entre las que destacan reporteros [6] de diversos medios así como el
equipo adolescente de robótica. [7] Para el 1 de
Septiembre ya eran casi 400 personas las que habían arribado a territorio
mexicano provenientes de Afganistán. [8]
Regreso del terror.
El hecho de que el Talibán sea la
única fuerza con despliegue nacional,
dificulta mucho la posibilidad de limitar su poder, debido a la naturaleza
tribal de las poblaciones que componen Afganistán. [9]
El panorama resulta particularmente desolador, tomando en cuenta
que además del impedimento a las jóvenes para acceder a la educación,
el Talibán ha declarado que las mutilaciones regresarán como mecanismo
de castigo. [10]
El costo de la guerra.
Con respecto a la guerra que el gobierno de George Bush
lanzó contra Irak a partir de 2003, y que
se extendió por más de 7 años, [11] Joseph Stiglitz estimó
como cifra conservadora que
su costo ascendió a por lo menos 3 millones de millones - billones- de dólares, sin
contar costos como los asociados a la atención de los veteranos de la guerra
además de los costos de las fuerzas aliadas participantes. [12] Las estimaciones
más actualizadas, refieren que la guerra de 20 años en Afganistán, habría reportado
cerca de 1 billón de dólares. [13]